Cuando la psicología era (aún más) una ciencia joven, las escuelas conformadas por psicólogos conductistas y psicoanalistas defendían que los niños no podían desarrollar una depresión.
Los primeros alegaban que la depresión, al ser una perturbación de tipo interiorizante cuyo acceso a la observación no era posible, no era de interés clínico. Los psicoanalistas, por su lado, argumentaban que el niño, por falta de madurez y capacidad para reflexionar sobre su descontento frente a su propio yo, no podían experimentar este trastorno.
Paradójicamante, fueron dos investigadores psicoanalistas los que apartándose de la ortodoxia comenzaron a estudiar y mostrar resultados que contradecían estas creencias. Ellos son René SpitzyJohn Bowlby. A consecuencia de estos estudios Spitz llamó a este tipo de depresión, depresión anaclítica; y Bowlby comenzó sus famosos estudios sobre el vínculo entre el niño y la madre, y las repercusiones que tiene su ausencia o la aparición de una dinámica disfuncional en el niño.
Los supermercados supusieron en su día una auténtica revolución, ya que aunaban todos los productos de uso cotidiano en una sola tienda. De hecho, las cadenas de supermercados son algo relativamente nuevo, ya que la primera cumplirá este próximo 16 de septiembre del 2016, 100 años. Dicha cadena de supermercados llamadaPiggly Wiggly (cerdito ondulado) fue creada porClarence Saundersy su objetivo principal era ahorrarse dinero haciendo que fuesen los propios compradores los que tuviesen que buscar y llevar a caja los productos, haciendo que los trabajadores solo se encargasen de cobrar por los productos y reponerlos de vez en cuando.
La situación de los supermercados ha evolucionado imparablemente y los últimos avances han llegado de la mano de las neurociencias, creando un nuevo campo llamado Neuromarketing o Neuromercadotecnia. Esta nueva disciplina estudia los procesos cognitivos del comprador (memoria, emociones, atención, etc.) para maximizar las ventas.
Para evitar compras irracionales e impulsivas y combatir, aunque sea en parte, las estrategias de los supermercados, qué mejor que conocer las técnicas que se utilizan en los supermercados para vender productos que no necesitamos.
Si bien en la primera de las tres entregas sobre terrorismo resolvimos la duda deCómo se Transforma Alguien Normal en Terrorista, en esta, vamos a descubrir cuáles son los rasgos psicológicos que predominan en los perfiles de quienes tienen más posibilidades de convertirse en terroristas.
Como era de esperar, en todo el artículo nos vamos a referir a individuos de la cultura occidental, adoctrinados en su mayoría vía Internet, como vimos en el Capítulo I. Por su parte, en países como Iraq, Afganistán o Nigeria, donde el impacto del terrorismo es extremo, los mecanismos psicológicos y los perfiles de los futuros terroristas son distintos. En este último grupo de países, las personas son con mayor frecuencia obligadas y adoctrinadas incluso antes de poder ser conscientes de lo que sucede.
En los últimos meses, a nivel internacional, los sucesos relacionados con el terrorismo han ocupado todas las primeras páginas. Desde luego, no es para menos. Aparentemente, cada vez más, las acciones terroristas estremecen poblaciones e incluso naciones enteras, con actos que parecen sacados de una película de terror.
Para entender el factor sorpresa que estos actos suscitan en la población, debemos añadirle la relativa desinformación que ha habido hasta el momento. Una desinformación que no se ha podido mantener dada la evidencia de los acontecimientos.
El resultado final, es una sensación inicial de incredulidad ante estos eventos, que culmina con la pregunta clave que todo ser humano en su sano juicio debe hacerse: ¿Cómo puede alguien cometer tal atrocidad? Pues bien, de eso trata este artículo.
No es ninguna novedad que los sistemas judiciales y penitenciales no son perfectos en ningún sitio. Pero de entre todos los defectos que puedan tener, hay uno, que debería preocupar especialmente a los psicólogos. El problema al que hago referencia es el que surge cuando contestamos a las siguientes preguntas: ¿Para que sirve castigar al culpable? ¿Queremos castigarle para que corrija sus conductas, o simplemente para saciar nuestra sed de venganza?
La verdad es que nuestro sistema legal se centra en mayor medida (aunque no completamente) en imponer un castigo sin más, dejando a veces de lado la importancia que tienen dos factores, que deberían ser la base de cualquier sistema penal: Ayudar a las victimas a hacer frente al conflicto y disminuir la tasa de reincidencia de los culpables.
Aquí pues, nos encontramos con dos estudios que se han centrado en mejorar cada uno de estos aspectos, utilizando un mismo procedimiento basado en la comunicación entre ambas partes (victima-culpable).