Cuando la psicología era (aún más) una ciencia joven, las escuelas conformadas por psicólogos conductistas y psicoanalistas defendían que los niños no podían desarrollar una depresión.
Los primeros alegaban que la depresión, al ser una perturbación de tipo interiorizante cuyo acceso a la observación no era posible, no era de interés clínico. Los psicoanalistas, por su lado, argumentaban que el niño, por falta de madurez y capacidad para reflexionar sobre su descontento frente a su propio yo, no podían experimentar este trastorno.
Paradójicamante, fueron dos investigadores psicoanalistas los que apartándose de la ortodoxia comenzaron a estudiar y mostrar resultados que contradecían estas creencias. Ellos son René SpitzyJohn Bowlby. A consecuencia de estos estudios Spitz llamó a este tipo de depresión, depresión anaclítica; y Bowlby comenzó sus famosos estudios sobre el vínculo entre el niño y la madre, y las repercusiones que tiene su ausencia o la aparición de una dinámica disfuncional en el niño.
En este artículo vamos a exponer de forma clara y concisa las distintas fases que tienen lugar durante el proceso del habla y la escucha, por separado. Para entender tales procesos, nos vamos a centrar en las áreas cerebrales que entran en juego con sus determinadas funciones, por lo que podemos considerar que este artículo toma una visión neurofisiológica, en comparación con otras formas de ver el habla y la escucha, como podrían optar las posturas cognitivistas.